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Abril 8 de 2011
Boletín del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, dirigido a sus estudiantes, profesores y amigos

BIBIANA ORTEGA
Un niño con una pierna y en la otra un muñón; un hombre que ya no ara la tierra porque, luego de la explosión, está obligado a levantarse con el pie izquierdo; decenas de cientos de colombianos que han perdido una extremidad por la práctica malvada de la implementación de minas antipersona. Esta macabra realidad ha convertido a Colombia en el segundo país —después de Afganistán— más afectado por la utilización de este tipo de armas. Y en contra de esto hay que hacer algo, lo que sea.

El pasado lunes 4 de abril celebramos el Día Internacional para la Sensibilización Contra Minas Antipersonales y la jornada estuvo marcada por una inusual campaña (¡A remangarse!) que consistía en remangarse la bota del pantalón con el fin de manifestar el reproche en torno a este instrumento de guerra y, más allá de eso, como una invitación a reflexionar sobre el uso de las minas antipersonales en el conflicto armado y los irreparables daños que éstas causan a miles de colombianos. Era, digámoslo así, un ejercicio de concientización.

El simbolismo de ese día estuvo marcado por zapatos y por botas de pantalón. Y aunque muchos en la calle no tenían ni idea de lo que pasaba, otros cuestionaban con burla a los que lo hicieron y muchos otros solo hicieron el ejercicio de remangarse sin realizar la reflexión. Lo realmente valioso es que este tipo de actividades nos pueden ayudar a recuperar nuestra humanidad, esa que parece extraviada por la crueldad del conflicto armado y por la ya recurrente y casi estática imagen de la violencia en Colombia.

Por ello, más allá de hablar de política pública, más allá de hablar de conflicto y de analizar esto en términos de acción colectiva, lo interesante de esta actividad ha sido precisamente el cuestionar a la población colombiana —algo indolente y algo acostumbrada al conflicto armado— que las mayores víctimas somos nosotros mismos y que esta guerra nos tiene que doler, porque es nuestra tierra, nuestra gente, nuestros hijos los que están heredando o heredarán la sociedad que construimos hoy.

Yo me remangué, yo reflexioné, ¿y usted?

* Bibiana Ortega es estudiante del doctorado en Ciencia Política.

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